La relación que tenemos con nosotros mismos es la base para todas las demás relaciones. Cualquier situación de incomodidad en una relación nos sirve de espejo para ver la relación que tenemos con nosotros mismos y por lo tanto con los demás y en estos momentos de confinamiento para ser cuidadosos también en como nos relacionamos con lo que leemos y escuchamos.
La relación con el otro te ayuda a ver lo que no habías visto en ti, te ayuda a ahondar en la capacidad de ver lo que nos incomoda en nosotros mismos en lugar de señalar al otro como culpable. Si busco culpables fuera no voy a poder trascender mi malestar, escuchar mi voz interna, acogerla, comprenderla, ser compasivo con ella, en definitiva escucharnos con el corazón. Gran parte de nuestro futuro depende de que nos escuchemos, corazón adentro, corazón afuera, corazón compartido.
Con estas situaciones que nos enfrentamos se requiere otro nivel de transparencia y confianza con uno mismo, actuar con madurez y superar las reacciones o molestias pequeñas para poder movernos hacia delante como no lo habíamos hecho antes. Eso no quiere decir que tenemos que ser consecuentes todo el tiempo, pero sí considerar el mirarnos hacia adentro, notar nuestras inseguridades, ser honestos con nosotros y terminar o trascender conductas que hacen daño a la relación que tengo conmigo mismo y con los demás.
En cualquiera de las intensidades que nos toque sentir lo importante es la comunicación. Necesitamos expresar lo que sentimos, nuestras emociones.
Son conversaciones que nos desnudan, nos conectan con las heridas emocionales y con nuestra vulnerabilidad; nos podemos dar cuenta de que algunas de ellas las teníamos que haber hecho hace tiempo, nunca es tarde y ahora es un buen momento para ser valientes.
Se trata de lidiar con una situación que nos cuesta y manejarla de una manera diferente a como lo hubiéramos hecho antes para lograr un acuerdo, conexión o enmendar una situación. Ir más allá de una reacción, un juicio o una molestia con otro y ver si hay un espejo mostrándonos algo que no habíamos visto de nosotros mismos.
Darme cuenta de lo que no me gusta ver del otro y que se hace figura en mi y ya no me funciona para cambiarlo. Relajándonos internamente escuchando nuestra voz, creando un cambio de dirección de lo que no me funciona. Asumir nuestra responsabilidad sabiendo que nos podemos respaldar por nosotros mismos.
Si formamos parte del cambio nos daremos cuenta de que lo que yo siento, tu lo sientes también. Creamos un nosotros que no necesita palabras y nos reconocemos tú y yo por igual en este momento. Nos reconocemos para crear una nueva forma de conexión y expresión que nos lleve a la certeza de que vamos a crear algo juntos. Es tiempo de tregua de pactar y negociar los límites de nuestra relación. Es importante empezar a aceptar e integrar la realización de que no volveremos a lo que antes había.
«Yo hago mis cosas y tú haces las tuyas.
En muchas de las cosas que hago, tú tienes mucho que ver,
Y en muchas de tus cosas yo he contribuido.
Yo puedo ser yo contigo mientras tú puedas ser tú conmigo.
Yo seré yo mientras tú seas tú;
Y aunque por casualidad nos hayamos encontrado,
Continuemos juntos o separados,
Nuestra vida nunca volverá a ser la misma ya que
Nuestro encuentro nos habrá enriquecido»
-Carmen Vázquez Bandín-